Mail recibido en mayo del 2011:
BREVE HISTORIA DEL NEOLIBERALISMO: veinte años de economía de elite y
las oportunidades emergentes para un cambio estructural.
Los
organizadores de la conferencia me han solicitado una breve historia del
Neoliberalismo que titularon: “Veinte años de economía de elite”. Siento mucho
decirles que para que esto tenga sentido, debo partir desde un poco más atrás,
tal vez unos 50 años, al finalizar las Segunda Guerra Mundial.
Si en 1945 o
1950 alguien hubiera propuesto cualquiera de las ideas o políticas que hoy son
comunes en el recetario neoliberal, se habrían reído en su cara o lo habrían
enviado a un asilo de locos. En esa época, al menos en los países occidentales,
todos eran keynesianos, socialdemócrata, socialcristiano demócratas o de alguna
variante del marxismo. La idea de que el mercado podría tomar las principales
decisiones políticas y sociales; la idea de que el estado debería reducir su
rol en la economía o que las corporaciones pudieran tener plena libertad, que
los sindicatos debían ser restringidos y a los ciudadanos se debería dar menos
en vez de más seguridad social –tales ideas eran completamente ajenas al espíritu
de la época. Aunque pudiera haber habido alguien de acuerdo con esas ideas, él
o ella habría vacilado en adoptar tal posición en público y habría tenido
grandes dificultades en encontrar quien escuchara.
Sin embargo, por increíble
que parezca hoy día, particularmente entre los jóvenes, el FMI y el Banco
Mundial eran vistos como instituciones progresistas. Se les llamaba a veces,
los “gemelos de Keynes”, porque eran los engendros mentales de Keynes y de
Harry Dexter White, uno de los cercanos consejeros de Franklin Roosevelt.
Cuando en 1944 se crearon estas instituciones en Bretton Woods, su mandato era
ayudar a prevenir futuros conflictos, apoyando la construcción y el desarrollo
y resolviendo problemas temporales en las balanzas de pagos. No tenían ningún
control sobre las decisiones económicas de los gobiernos individuales, ni su
mandato incluía una licencia para intervenir en las políticas nacionales.
En las naciones
occidentales, el estado de Bienestar y el New Deal habían estado funcionando
desde los 30, pero su expansión había sido interrumpida por la guerra. En la
posguerra, la primera instrucción fue reponerlos. El otro importante ítem de la
agenda, fue volver a reponer el movimiento del comercio mundial –esto se
cumplió a través del plan Marshall, que de nuevo estableció a Europa como el
principal socio comercial de los Estados Unidos, la principal economía del
mundo. Fue en este tiempo cuando fuertes vientos de descolonización comenzaron
a soplar, en donde la libertad fue obtenida por medio de acuerdos, como en
India, o a través de la lucha armada, como en los casos de Kenya, Vietnam y
otras naciones.
En conjunto, el mundo había
firmado una agenda extremadamente progresista. El gran estudioso Karl Polanyi,
publicó su obra maestra La Gran Transformación en 1944, una fiera crítica a la
sociedad industrial del siglo XIX, basada en el mercado. Entonces, han pasado
más de 40 años desde que Polanyi hizo esta asombrosamente profética y moderna
declaración: “Permitir al mecanismo del mercado ser el único director del
destino humano y de su ambiente natural... resultaría en la demolición de la
sociedad” (p.73). Sin embargo, Polanyi estaba convencido de que tal demolición
ya no podría ocurrir en el mundo de la posguerra, porque como decía (p. 251): “Desde
dentro de las naciones, estamos presenciando un desarrollo bajo el cual, el
sistema económico no dicta la ley a la sociedad y se asegura así la primacía de
la sociedad sobre ese sistema”
Pero lástima, el optimismo
de Polanyi estaba mal ubicado –el punto central del neoliberalismo es que al
mecanismo del mercado, debería permitírsele dirigir el destino de los seres
humanos. La economía debería dictar sus leyes a la sociedad y no al revés. Y
tal cual lo previó Polanyi, esta doctrina nos está conduciendo directamente
hacia “la demolición de la sociedad”.
¿Y entonces qué pasó? ¿Por
qué hemos alcanzado este punto, medio siglo después de la Segunda Guerra
Mundial? O como han preguntado los organizadores: ”¿Por qué tenemos esta
conferencia justo ahora?” La respuesta es breve: “es debido a la serie de
crisis financieras, especialmente en Asia”. Pero esto reclama otra pregunta y
es la pregunta que realmente se están haciendo, que sería: “Cómo llegó a
emerger el neoliberalismo desde su posición de ghetto ultraminoritario para
transformarse en la doctrina dominante que es hoy día?” ¿Por qué el Banco
Mundial y el FMI pueden
intervenir a voluntad y
forzar a los países a participar en la economía mundial, en términos
desfavorables? ¿Por qué la Seguridad Social se encuentra amenazada en todos los
países en donde alguna vez fue establecida? ¿Por qué el medio ambiente se
encuentra al borde del colapso y por qué hay tantos pobres en los países ricos
como pobres, en un periodo como éste, de tanta riqueza? Estas son las preguntas
que deben responderse desde una perspectiva histórica.
Como alegamos en la revista
trimestral Dissent, una explicación posible para el triunfo del neoliberalismo
y de los desastres económicos, políticos, sociales y ecológicos que lo
acompañan, es que los neoliberales han comprado y pagado su propia “Gran
Transformación” viciosa y regresiva. Ellos comprendieron –como no lo hicieron
los progresistas— que las ideas tienen consecuencias. Partiendo de un pequeño
embrión en la Universidad de Chicago, con el filósofo y economista Friedich von
Hayek y sus estudiantes --como Milton Friedman en su núcleo—los neoliberales y
sus patrocinadores, crearon una enorme red internacional de fundaciones,
institutos, centros de investigación, publicaciones, académicos, escritores
emparrillados en relaciones públicas, para desarrollar, empaquetar y promover
incansablemente sus ideas y doctrinas.
Ellos construyeron este
cuadro ideológico tan altamente eficiente, porque comprendieron lo que decía el
pensador marxista Antonio Gramsci cuando desarrollo el concepto de hegemonía
cultural. Si Ud. Puede ocupar la cabeza de la gente, sus corazones y sus manos
le seguirán. Yo no puedo dar detalles aquí, pero créanme, el trabajo ideológico
y promocional de la derecha ha sido absolutamente brillante. Gastaron cientos
de millones de dólares, pero el resultado justifica cada centavo invertido,
pues lograron hacer que el neoliberalismo pareciera como si fuera la condición
natural y normal de la humanidad. No importando cualquiera haya sido el tipo o
número de desastres que creó tan visiblemente el sistema liberal; no importando
qué crisis financiera haya engendrado ni cuántos perdedores ni cuántos
marginados vaya a crear, así y todo, parecía inevitable --como un acto divino--
como si fuera el único orden económico y social a nuestra disposición.
Permítanme enfatizar cuan
importante es comprender que este vasto experimento neoliberal bajo el cual
todos estamos forzados a vivir, ha sido creado por gente con un propósito.
Cuando ustedes capten esto, cuando ustedes comprendan que el neoliberalismo no
es una fuerza como la gravedad, sino una construcción totalmente
artificial, también podrán
comprender que lo que algunos han creado, otra gente, pueden cambiarlo. Pero no
pueden cambiar esto sin reconocer la importancia de las ideas. Yo de todo
corazón, estoy con los proyectos de las bases, pero también advierto que todos
esos proyectos pueden colapsar si el clima ideológico le es hostil a sus
propósitos.
De este modo, desde una
secta pequeña e impopular --casi carente de influencia-- el neoliberalismo ha
llegado a ser la mayor religión universal, con su doctrina dogmática, su
sacerdocio, sus instituciones legislativas y quizá, lo que es más importante,
su infierno para los herejes y pecadores que se atreven a oponerse a la verdad
revelada. Oskar Lafontaine, el ex Ministro de Finanzas de Alemania --a quien el
Financial Times llamó un “keynesiano no reconstruido”-- recientemente fue
enviado al infierno porque se atrevió a proponer impuestos más altos a las
corporaciones, junto con recortes de impuestos para las familias ordinarias y
menos afluentes.
Habiendo establecido el
escenario y el contexto, déjenme apurarme para regresar al marco de 20 años que
se me solicitó. Esto significa 1979, el año que Margaret Thatcher llegó al
poder y lanzó la revolución liberal en Gran Bretaña. La Dama de Hierro era ella
misma una discípula de von Hayek, era una social darwinista que no le daba
escalofríos expresar sus convicciones. Era muy conocida por justificar su programa
con una sola palabra, T I N A : There is No Alternative ( No hay alternativa).
El valor central de la doctrina de la Tatcher y del neoliberalismo en sí mismo,
es la noción de competencia – competencia entre naciones, regiones, empresas y
por supuesto, entre individuos. La competencia es central porque separa las
ovejas de los carneros, los hombre de los niños, los aptos de los ineptos. Se
supone que distribuye los recursos, sean físicos, naturales, humanos o
financieros con la mayor eficiencia posible.
En un agudo contraste, el
gran filósofo chino Lao-Tze termina su Tao-te-Ching con las siguientes
palabras: “Por sobre todo, no compitas”. Los únicos actores en el mundo
neoliberal que parecen haber tomado en cuenta el consejo --los más grandes
actores de todos-- son las Corporaciones Transnacionales. El principio de
competencia se aplica escasamente a ellas; prefieren practicar lo que podríamos
llamar el Capitalismo de Alianza. No es accidental que --dependiendo del año--
entre los dos tercios a tres cuartos de todo el dinero etiquetado bajo “Inversión
Extranjera Directa” no se dedique a inversión
creadora de nuevo empleo,
sino a fusiones y adquisiciones que casi invariablemente resultan en pérdidas
de empleos.
Dado que la competencia es
siempre una virtud, sus resultados no pueden ser malos. Para el neoliberal, el
mercado es tan sabio y tan bueno, que al igual que Dios, su mano invisible
puede hacer el bien de un mal aparente. Así, la Thatcher dijo en uno de sus
discursos: “Es nuestra función glorificarnos en la desigualdad y velar que a
los talentos y las habilidades se les sea dado una salida y expresión para el
beneficio de todos nosotros”. En otras palabras, no se inquieten por los que
quedan atrás en la competencia. La gente es desigual por naturaleza, pero esto
es bueno , porque las contribuciones de los bien nacidos, mejor educados, los
más duros, eventualmente beneficiarán a todos. Nada en particular se debe a los
débiles, a los pobremente educados; lo que ocurra con ellos es su propia culpa,
nunca la falta de la sociedad. Si al sistema competitivo se le da “salida”,
como dice Margaret, con ello la sociedad será mejor. Desafortunadamente, la
historia de los últimos 20 años, nos enseña exactamente lo opuesto.
En la Gran Bretaña
pretatcheriana, una persona de cada diez, se clasificaba como viviendo por
debajo del nivel de pobreza; un resultado no muy brillante pero honorable,
según van las naciones, pero en todo caso, muy superior al periodo de
preguerra. Actualmente, una persona de cada cuatro y un niño de cada tres, es
oficialmente pobre. Este es el significado de la sobrevivencia de los más
aptos: gente que no puede calentar sus casas en invierno, que deben poner una
moneda en el medidor antes de tener electricidad o agua; que no poseen un
abrigo impermeable y caliente, etc. Yo estoy tomando estos ejemplos del informe
de 1996, del Brittish Child Poverty Action Group. Ilustraré el resultado de las
reformas “impositivas” bajo Tatcher-Mayor, con un solo ejemplo: durante los
1980s el 1% de los contribuyentes recibían el 29% de todos los beneficios de
reducción de impuestos, de modo que una persona que recibía la mitad del
salario medio, encontraba que sus impuestos se habían alzado en un 7%; en tanto
que una sola persona que ganaba 10 veces el salario medio, recibía una
reducción del 21%.
Otra implicación de la
competencia como valor central del neoliberalismo, es que el sector público
debe ser brutalmente reducido, ya que no debe ni puede obedecer la ley básica
de competir por ganancia o participación en el mercado. La privatización es una
de las
mayores transformaciones
económicas de los pasados 20 años. Esta tendencia comenzó en Gran Bretaña y se
extendió por el mundo.
Comencemos preguntándonos
por qué los países capitalistas tienen servicios públicos y por qué todavía los
hacen. En realidad, casi todos los servicios públicos constituyen lo que los
economistas llaman “monopolios naturales”. Un monopolio natural existe cuando
el tamaño mínimo para garantizar la eficiencia económica máxima, iguala el tamaño
real del mercado. En otras palabras, una compañía debe tener un cierto tamaño
para realizar economías de escala y proveer así, los mejores servicios posibles
al más bajo costo, para el consumidor. Los servicios públicos requieren muy
grandes inversiones de infraestructura en el comienzo –como ocurre con las vías
férreas o las redes eléctricas— lo que no alienta la competencia. Es por eso
que los monopolios públicos son la solución óptima obvia. Pero los neoliberales
definen de ipso facto todo lo que es público como “ineficiente”.
¿Entonces qué ocurre cuando
un monopolio natural se privatiza? Casi normal y naturalmente, los nuevos
propietarios capitalistas tienden a imponer precios de monopolio al público,
mientras se remuneran ricamente a sí mismos. Los economistas clásicos llaman a
esta ocurrencia: “falla estructural del mercado”, ya que los precios son más
altos de lo que deberían ser y el servicio al consumidor no es necesariamente
bueno. A fin de prevenir la falla estructural de mercados, --hasta mediados de
los 80— los países capitalistas de Europa, casi universalmente confiaban los
correos, las telecomunicaciones, la electricidad, el gas, los ferrocarriles y
los metros, el transporte aéreo y usualmente los otros servicios como el agua,
la recolección de basura, etc., a monopolios estatales. Los EEUU son la gran
excepción, ya que es demasiado grande geográficamente para favorecer monopolios
naturales.
En todo caso, Margaret
Tatcher comenzó a cambiar todo esto. Como surplus, también pudo usar la privatización
para quebrar el poder de los sindicatos. Al destruir al sector público –donde
los sindicatos son más fuertes—también fue capaz de debilitarlos drásticamente.
Así, en Gran Bretaña entre 1979 y 1994, el número de empleos en el sector
público se redujo de sobre 7 millones a 5 millones, que representó una caída
del 29%. Virtualmente, todos los empleos eliminados, eran empleos
sindicalizados. Dado que en el sector privado el empleo se mantuvo estancado
durante esos 15 años, la
reducción global en el número
de empleos británicos llegó a 1.7 millones, una caída de 7%, comparada con
1979. Para los neoliberales, siempre es mejor menos que más trabajadores, ya
que más trabajadores pesan sobre el reparto del valor.
En cuanto a otros efectos
de la privatización, éstos eran predecibles y fueron dichos. Los gerentes de
las nuevas empresas privatizadas, a menudo la misma gente de antes, doblaron o
triplicaron sus salarios. El gobierno usó el dinero de los contribuyentes para
perdonar deudas y recapitalizar empresas antes de ponerlas en el mercado –por
ejemplo, la compañía de agua obtuvo 5 mil millones de libras esterlinas de
liberación de deudas, agregando 1.6 mil millones de libras, llamadas la “dote
verde” para hacer a la novia más atractiva a los posibles compradores. Se hace
una gran alharaca en relaciones públicas, acerca de cómo los pequeños
propietarios de acciones tendrían una tajada de estas compañías –de hecho, 9
millones de británicos compraron acciones—pero la mitad de ellos invirtieron
menos de 1000 libras y la mayoría de ellos vendió sus acciones muy rápidamente,
tan pronto como pudieron obtener beneficios instantáneos.
De los resultados, uno
fácilmente puede ver que todo el asunto de la privatización no está relacionado
con la eficiencia económica ni en el mejoramiento de los servicios al
consumidor, sino simplemente, en la transferencia de riqueza de la bolsa
pública –que podría ser responsable de redistribuirla para solucionar
desigualdades sociales—a las manos privadas. En Gran Bretaña como en cualquier
otro lugar, la aplastante mayoría de las acciones de las compañías
privatizadas, están en manos de instituciones financieras y de inversionista
muy grandes. Los empleados de la British TELECOM habían comprado solamente el
1% de las acciones; los de la British Aerospace, el 1.3%, etc. Antes del asalto
de Mrs. Tatcher, gran parte del sector público británico producía ganancias.
Consecuentemente, en 1984, las compañías públicas contribuían al tesoro con más
de 7000 millones de libras. Ahora, todo ese dinero va hacia los accionistas.
Actualmente, los servicios en las industrias privatizadas son a menudo
desastrosos –el Finacial Times reportó una invasión de ratas en el sistema de
agua potable en Yorkshire y quien quiera que haya sobrevivido tomando los trenes
Thames, merece una medalla.
Exactamente estos mismos
mecanismos se han puesto a funcionar a lo largo del mundo. En Inglaterra, el
Instituto Adam Smith fue el socio intelectual para la creación de la ideología
privatizadora. USAID y el Banco Mundial también han usado a expertos del Adam
Smith y han propagado la doctrina privatizadora en el Sur. Hacia 1991, el Banco
Mundial ya había hecho 114 préstamos para acelerar el proceso y cada año, su
informe financiero de desarrollo global, reporta listas de cientos de
privatizaciones realizadas en los países deudores del banco.
Propongo que dejemos de
hablar de privatización y usemos palabras que digan la verdad: Estamos hablando
acerca de la enajenación y entrega del producto de décadas de trabajo de miles
de personas a una ínfima minoría de grandes inversionistas. Éste es uno de los
más grandes atracos a mano armada realizada en nuestra o en cualquier otra
generación.
Otra característica
estructural del neoliberalismo consiste en remunerar al capitalismo en detrimento
del trabajo y así, trasladar la riqueza desde el fondo de la sociedad hacia la
cumbre. Si Ud. está, digamos, en el 20% superior de la escala de ingresos, Ud.
estará en condiciones de aprovechar del neoliberalismo y cuanto más arriba
esté, mucho más ganará. Contrariamente, el sector inferior del 80%, lo pierde
todo y cuanto más abajo esté, proporcionalmente mayor será su pérdida.
Pero me había olvidado de
Ronald Reagan. Déjenme ilustrarles este punto con las observaciones de Kevin
Phillips, un analista republicano y antiguo asistente del presidente Nixon,
quien publicó un libro en 1990 titulado La política de los Ricos y los Pobres
(The Politics of Rich and Poor). Él traza el camino que siguen las doctrinas y
políticas neoliberales de Reagan, que cambiarán la distribución del ingreso de
los norteamericanos entre 1977 y 1988. Estas políticas fueron extensamente
elaboradas por la conservadora Heritage Foundation, el grupo de asesores en
materia de principios de la administración Reagan y que aún hoy en día, es una
fuerza importante en la política estadounidense. Pasando la década de los 80,
el 10% superior de las familias aumentó sus ingresos un 16%; de éstos, el 5%
superior, aumentó sus ingresos en 23%; pero el extremadamente afortunado 1% de
las familias norteamericanas pueden agradecerle a Reagan su incremento en un
50%. Sus ingresos van de los 270 000 a los 405 000 dólares. En cuanto a los más
pobres, el 80% de abajo, perdió algo y de acuerdo a la norma, cuanto más abajo,
más pierde. El 10% más bajo de los norteamericanos alcanzó el nadir: de
acuerdo a las cifras de
Phillip, perdieron el 15% de sus ya magros ingresos; de una media anual de $4
113 dólares cayeron a un inhumano $3 504. En 1977, el 1% superior de las
familias tenían un ingreso medio 65 veces más alto que el 10% de más abajo. Una
década más tarde, el 1% ganaba 115 veces más.
Estados Unidos es una de
las sociedades más desiguales de la tierra, pero virtualmente todos los países
han visto crecer sus desigualdades en los últimos 20 años, dadas las políticas
neoliberales. La UNCTAD publicó en su informe sobre Comercio y Desarrollo de
1977, algunas avasalladoras evidencias, basados en 2600 estudios separados
sobre desigualdades de ingreso, empobrecimiento y empequeñecimiento de las
clases medias. El equipo de la UNTAD documenta estas tendencias en docenas de
sociedades muy diferentes, incluyendo a China, Rusia y otros antiguos países
socialistas.
No hay nada de misterioso
en esta tendencia con respecto al crecimiento de la desigualdad. La políticas
son específicamente diseñadas para dar a los que ya son ricos, más ingresos
disponibles; particularmente a través de reducciones en los impuestos o
constriñendo aún más los salarios. La justificación ideológica y teórica para
estas medidas es que a más altos ingreso y ganancias para los ricos conducirán
a una mayor inversión, a una mejor distribución de los recursos y por tanto, a
más empleos y bienestar para todos. En realidad, como fue perfectamente
predecible, al mover el dinero hacia arriba en la escala económica, condujo a
las burbujas del mercado de las acciones, a las riquezas de papel anónimos para
unos pocos y al tipo de crisis financieras de las cuales oiremos hablar mucho
en esta conferencia. Si el ingreso es redistribuido en el 80% inferior de la
sociedad, éste será usado para el consumo que como consecuencia beneficia al
empleo. Si la riqueza es redistribuida hacia arriba, donde la gente ya tiene
casi todo lo que necesita, no se irá hacia la economía local o nacional, sino
hacia las bolsas internacionales.
Como todos ustedes saben,
las mismas políticas se han llevado a cabo en el Sur y en el Este, bajo el
pretexto de un ajuste estructural, pero éste es sólo otro nombre para el
neoliberalismo. He usado a la Tatcher y a Reagan para ilustrar las políticas a
nivel nacional. En el nivel internacional, los neoliberales han concentrado
todos sus esfuerzos sobre tres puntos fundamentales:
n Libre circulación de capital
n Libertad de inversión
En los últimos 20 años, el
FMI se ha fortalecido enormemente. Gracias a la crisis de la deuda y al
mecanismo de condicionalidad, ha evolucionado de ser un apoyo a la balanza de
pagos, a ser casi dictador universal de las llamadas “políticas económicas
sólidas”, que por supuesto son la políticas neoliberales. La Organización
Mundial de Comercio se estableció finalmente en enero de 1995, después de
largas y laboriosas negociaciones, a menudo conducidas a través de parlamentos
que tenían muy poca idea de o que estaban ratificando. Afortunadamente, el más
reciente esfuerzo para torna obligatorias y universales las normas
neoliberales, el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) fracasó, al menos
temporalmente. Éste habría dado todos los derechos a las corporaciones, todas
las obligaciones a los gobiernos y ningún derecho a todos los ciudadanos.
El común
denominador de todas estas instituciones es su falta de transparencia y de
control democrático. Ésta es la esencia del neoliberalismo, que declara que la
economía debe dictar las reglas a la sociedad y no todo lo contrario. La
Democracia es un impedimento, el neoliberalismo se diseñado para los vencedores
y no para los votantes, quienes necesariamente equilibran las categorías de
vencedores y perdedores.
Quisiera terminar pidiéndoles
que tomen muy seriamente la definición neoliberal del perdedor, a quien no se
le debe nada en particular. Cualquiera puede ser expulsado del sistema y en
cualquier momento –por enfermedad, edad, embarazo, por el fracaso calculable o
simplemente porque las circunstancias económicas y la implacable transferencia
de riqueza de abajo hacia arriba lo demandan. El valor de las acciones lo es
todo. Recientemente, el International Herald Tribune señalaba que los
inversionistas extranjeros están haciendo “crujir” a las compañías y bancos de
Tailandia y de Corea. Sin sorprendernos, estas compras se esperan que resulten
en “grandes ganancias”.
En otras palabras, los
resultados de años de trabajo de millones de tailandeses y coreanos se
transfieren a manos corporativas extranjeras. Muchos de los que trabajaron para
crear esa riqueza ya están o estarán muy pronto en el suelo. Bajo el principio
de la competencia y de la maximización del valor de las acciones, tal conducta
es vista no como criminalmente injusta, sino como normal y hasta virtuosa.
Sostengo que el
neoliberalismo ha cambiado la naturaleza fundamental de la política. La
política solía ser primordialmente algo que tenía que ver con quién gobernaba y
qué parte de la torta se llevaba. Aspectos de ambas cuestiones centrales,
permanecen, por supuesto. Pero la nueva gran cuestión de la política es –desde
mi punto de vista: “quién tiene derecho a la vida y quién no”. La exclusión
total está ahora a la orden del día y lo digo muy seriamente.
Les he dado a ustedes una
cantidad de malas noticias, porque la historia de los últimos 20 años está
llena de ellas. Pero no quiero terminar con una nota depresiva y pesimista.
Muchas cosas ya están sucediendo para contravenir estas tendencias que amenazan
la vida y hay un amplio rango de oportunidades para acciones posteriores de
gran alcance.
Esta conferencia va a
ayudar a definir mucho de esa acción que creo debe incluir una ofensiva
ideológica. Es tiempo de que establezcamos la agenda, en vez de esperar a que
lo hagan los Amos del Universo reunidos en Davos. Espero que los patrocinadores
comprendan que no vamos a apoyar sólo proyectos, sino también ideas. No podemos
contar con los neoliberales para hacerlo, de modo que debemos diseñar sistemas
de tributación internacionales que sean equitativos y operables, incluyendo un
Tobin Tax, sobre todas las transacciones financieras y monetarias e impuestos a
pro rata sobre las ventas de las Corporaciones Transnacionales. Espero entrar
en los detalles de estos problemas en los talleres que se realicen acá. Los
procedimientos de un sistemas de impuestos internacional deben llevar a cerrar
el abismo entre el Sur y el Norte, y a redistribuir entre toda la gente lo que
les ha sido robado durante los últimos 20 años.
Permítanme repetirles lo
que ya les dije: el neoliberalismo no es la condición humana natural, no es
sobrenatural y puede ser desafiada y reemplazado, porque su propio fracaso lo
requiere. Debemos estar preparados con políticas de reemplazo que restauren el
poder en las comunidades y los estados democráticos, en tanto se trabaje para
instituir
la democracia, el gobierno
de la ley y la justa distribución a un nivel internacional. Los negocios y el
mercado tienen lugar, pero este lugar no puede ocupar la esfera completa de la
existencia humana.
Otra buena noticia es que
hay mucho dinero revoloteando en torno y que una pequeña fracción, muy
ridícula, casi infinitesimal, sería suficiente para proveer de una vida decente
a todos los habitantes del planeta y dar salud y educación universal, limpiar
el medio ambiente y prevenir una mayor destrucción de la Tierra, y también
cerrar el abismo entre el Norte y el Sur –al menos de acuerdo con la UNDP— que
reclama para esto 40 mil millones de dólares, lo que francamente no es nada.
Finalmente, por favor
recuerden que si el neoliberalismo puede ser insaciable, no es invulnerable.
Una coalición de activistas internacionales, solamente ayer, los obligó a
abandonar –al menos temporalmente—su proyecto de liberalizar todas las
inversiones a través del AMI. La sorprendente victoria de sus opositores
enfureció a los que apoyaban al gobierno corporativo y demostró que una bien
organizada red de guerrillas puede ganar batallas. Ahora debemos reagrupar
nuestras fuerzas e insistir cuando tratan de transferir el AMI a la
Organización Mundial de Comercio ( WTO).
Miremos las cosas de este
modo: tenemos los números a nuestro favor, ya que hay más perdedores que
vencedores en el juego neoliberal. Tenemos las ideas, mientras las suyas son
puestas en duda debido a las repetidas crisis. Lo que nos falta hasta ahora, es
la organización y la unidad. Algo que puede ser superado con la tecnología
avanzada. La amenaza es claramente transnacional y la respuesta debe ser
también transnacional. La solidaridad ya no significa ayuda, no sólo ayuda,
sino encontrar las sinergías ocultas, en las luchas de cada uno de los otros,
de modo que la fuerza numérica y el poder de nuestras ideas llegue a ser
aplastante. Estoy convencida de que esta conferencia contribuirá poderosamente
a este objetivo. Les agradezco a todos su fina atención.
*Conferencia sobre
Soberanía Económica en un Mundo Globalizado. Bangkok, marzo 24-26, 1999.
http://www.millennium-round.org/
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HISTORIA
Y LECCIONES DEL NEOLIBERALISMO
PERRY
ANDERSON
UNIVERSIDAD DE CALIFORNIA, LOS ÁNGELES VERSIÓN EN E SPAÑOL, ALFREDO CAMELO BOGOTÁ
Anualmente en Davos, Suiza, se realiza un foro internacional
al cual asisten importantes dirigentes de las potencias económicas y políticas
del mundo capitalista. En 19 99, en la misma ciudad y época, organizaciones
populares de diversos países como Los Sin Tierra de Brasil,
los sindicatos de Corea del Sur, la Federación Camp esina de
Burkina Faso, así como el Comité para la Anulación de la Deuda Externa del
Tercer Mundo, CADTM, y la Asociación
para la Tasación de las Transacciones Financieras I
nternacionales, ATTAC,
realizaron una reunión alternativa para oponerse a la
orientación política neoliberal sobre la economí a mundial Con el título El
otro Davos. Globalización de la resist encia
y de las luchas, los investigadores François Hourta t y
François Polet recopilaron las ponencias de esa reunión. A esta recopilación
pertenece el presente artículo de l historiador Perry Anderson, destacado
investigador social de la Universidad de California, cuyos libros sobre la
transición del feudalismo al capitalismo y sobre el s urgimiento del Estado
absolutista constituyen valiosa contribución a la bibliografía historiográfica
internacional. En este artículo Anderson analiza los períodos de la formación
histó rica del pensamiento neoliberal y sus nefastos efectos en el desarrollo
económico mundial. Deslinde
Primero, examinaremos los orígenes de lo que se puede
definir como neoliberalismo, como corriente estrictamente diferente del
liberalismo clásico del siglo XIX. Después, estableceremos el balance del
neoliberalismoen el poder. Finalmente, extraeremos algunas lecciones para la
izquierda.
Construcción de una vía única
El neoliberalismo nace después de la Segunda GuerraMundial
en el oeste de Europa y en Norteamérica. Esta corriente surge como una
vehemente reacción teórica y política contra el intervencionismo de Estado y
contra el Estado de bienestar social. Friedrich August von Hayek publica en
1944 The Road to Serfdom (La ruta hacia la servidumbre). Esta obra constituyó,
de alguna maner a, la carta de fundación del neoliberalismo, y desa rrolló un
ataque apasionado contra toda limitación impuesta p or el Estado al libre
funcionamiento de los mecanismos del mercado. Las trabas del Estado son
denunciadas pero, a su vez, la obra contiene una mortal amenaza contra la
libertad económica y política. En esa época, el blanco principal de von Hayek
es el Partido Laborista inglés. Se acercan las elecciones en Gran Bretaña y
este partido las va a ganar en julio de 1945, llevando a Clemente Attlee al
puesto de Primer ministro. El mensaje de von Hayek puede ser resumido así: a
pesar de sus buenas intenciones, la moderada socialdemocracia inglesa conduce
al mismo desastre que el nazismo germano, a la servidumbre moderna.
Tres años más tarde, en 1947, cuando los fundamentos del
Estado Social se ponen efectivamente en marcha en la Europa de postguerra, von
Hayek convoca a quienes comparten su orientación ideológica y los reúne en u na
pequeña estación de veraneo helvética, en Mont-Pèlerin, abajo de Vevey, en el
cantón de Vaud. Entre lo s célebres participantes de esta reunión se encuentran
no sólo determinados adversarios del Estado Social en Europa sino también
feroces enemigos del New Deal americano. Dentro de la selecta asistencia,
reunida en abril de 1947 en el Hôtel du Parc, se destacan Maurice Allais,
Milton F riedmann, Walter Lippman, Salvador de Madariaga, Ludwig von Mises,
Michael Polanyi, Karl Popper, William Ranpard, Wilhelm Röpke y Lionel Robbins.
Al final de este encuentro se funda la Societé du Mont-Pèlerin (Sociedad de
Monte Peregrino), una especie de francmasonería neoliberal, bien organizada y
consagrada a la divulgación de las tesis neoliberales, con reuniones int
ernacionales regulares.
El objetivo de la Societé du Mont–Pèlerin es, de una parte,
combatir el keynesianismo y toda medida de solidaridad social que prevalezca
después de la Segunda GuerraMundial y, de otra parte, preparar para el porvenir
los fundamentos teóricos de otro tipo de capitalismo, d uro y libre de toda
regla.
Durante este período, las condiciones para tal empresa no
eran muy favorables. En efecto, el capitalismo –que algunos años después será
denominado neocapitalismo–entra entonces en una gran onda de expansión que
habría de representar su edad de oro. El crecimiento es particularmente rápido
y continuo a lo largo de las écadas de 1950 y 1960. Por esta razón, las
advertencias de los neo liberales contra los peligros que representa cualquier
control del Estado sobre los mercados aparecían poco creíbles. No obstante, la
polémica más específica en torno encontrar una regulación social tiene una gran
repercusión. E ntonces, von Hayek y sus amigos argumentan contra el nuevo
igualitarismo –muy relativo– de ese período. Para e llos, tal igualitarismo,
promovido por el Estado-Bienestar es destructor de la libertad de los
ciudadanos y de la vitalidad de la competencia, dos cualidades de las que
depende la prosperidad general. Los animadores de la Societé du Mont-Pèlerin
defienden las ideas y teorías oficiales de la época. Pretenden que la
desigualdad es un valor positivo -de hecho indispensable como tal- del que
tienen necesidad las sociedades occidentales. Este mensaje permaneció en estado
teórico por más de veinte años.
El giro de 1974
Todo cambió desde la eclosión de la gran crisis del modelo económico de postguerra ocurrida
en 1974. L os países
capitalistas desarrollados entran en una profunda recesión.
Por primera vez se combinan una baja tasa
de
crecimiento y una elevada inflación, dando lugar a la estanflación. Favorecidas por esa
situación, las ideas
neoliberales comienzan a ganar terreno. Así, von Hayek y sus
camaradas afirman que las raíces de la crisis se encuentran en el poder
excesivo y nefasto de los sindicatos y, de manera más general, en el
movimientoobrero. Según ellos, los sindicatos han minado las bases de la
acumulación de la inversión privada con sus rei vindicaciones salariales y sus
presiones orientadas a que el Estado aumente sin cesar los gastos sociales
parasitarios.
Estas presiones han recortado los márgenes de ganancia de
las empresas y han desencadenado procesos inflacionarios (alza de precios), lo
que no puede más que terminar en una crisis generalizada de las conomíase de
mercado. Desde entonces, el remedio es claro: mantener un Estado fuerte, capaz
de romper la fuerza de los sindicatos y de controlar estrictamente la evolució
n de la masa monetaria (política monetarista). Este Estado debe ser frugal en
el dominio de los gastos sociales y abstenerse de intervenciones económicas. La
estabili dad monetaria debe constituir el objetivo supremo de todos los
gobiernos. Para este fin, es necesaria una disciplina presupuestaria,
acompañada de una restricción de los gastos sociales y la restauración de una
llamada tasa natural de desempleo, es decir, de la creación de un ejército de
reserva de asalariados -batallones de desempleados- que permita debilitar a los
sindicatos. Por otra parte, deben introducirse reformas fiscales a fin de
estimular a los ´agentes económicos‘ a
ahorrar e invertir. En otras
palabras, esta propuesta implica –simplemente- una reducción de los impue stos
sobre los ingresos elevados de las personas y sobre las ganancias de las
empresas.
De esta manera, una nueva y saludable inequidad reaparecerá
y dinamizará las economías de los países desarrollados enfermos de
estanflación, patología r esultante de la herencia combinada de las políticas
inspiradas por Keynes y Beveridge, basadas en la intervención esta tal
anticíclica (dirigida a amortiguar las recesiones) y la redistribución social,
pues el conjunto de estas me didas ha desfigurado de manera desastrosa el curso
normal de la acumulación de capital y del libre funcionamiento d e los
mercados. Según esa "saludable inequidad", el crecimiento se logrará
naturalmente cuando se alcance la estabilidad monetaria y la aplicación de las
principales políticas (reforma fiscal, reducción de cargas sociales, desr
egulación de controles estatales, y otros).
Margaret Thatcher, Ronald Reagan
y los otros
La hegemonía del programa neoliberal no se impuso de un día
para otro; demandó algo más de un decenio. En los primeros tiempos, la mayoría
de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económic o
(OCDE) intentó aplicar remedios keynesianos a la crisis de satada por la
recesión generalizada de 1974-1975. S in embargo, desde el fin de los años 70 –más
exactamente en 197– una nueva situación política se configuró. En es te año
comenzó el régimen de Margaret Thatcher en Inglaterra. Este fue el primer
gobierno de un país capitalista avanzado que se comprometió públicamente a
poner en prácticael programa neoliberal. Un año más tarde, en 1980,Ronald
Reagan fue elegido a la presidencia de Estados Unidos. En 1982, Helmut Kohl y
la coalición demócrata-c ristiana CDU-CSU derrotaron a la socialdemocracia de
Helmut Schmidt. En 1982-1984, en Dinamarca, símbolo del modelo escandinavo del
Estado providencial, una coalición claramente derechista tomó las riendas del
poder. P or consiguiente, casi todos los países del norte de Europa occidental,
a excepción de Suecia y Austria, d ieron un giro a la derecha. La oleada
derechista de esos años permitió reunir las condiciones políticas necesarias
par a la aplicación de las recetas neoliberales, consideradas como salida a la
crisis económica.
En 1978, la ´segunda guerra fría‘ se endureció lueg o de la
intervención soviética en Afganistán y de al decisión estadounidense de
instalar una nueva generación de cohetes nucleares (misiles de crucero Pershing
II) en Europa occidental. Dentro del abanico de las corrientes procapitalistas
de postguerra, la escuela neoliberal siempre ha integrado como elemento central
un virulento anticomunismo. El nuevo combate contra el ´imperio del mal‘ -la
más completa esclavitud humana, a los ojos de von Hayek- refuerza
inevitablemente el poder de atracció n del neoliberalismo en tanto que
corriente política. La hegemonía de una nueva derecha en Europa y en
Norteamérica se consolidó. De esta manera, en el curso de los años 80 asistimos
al incuestionable triunfo de la ideología neoliberal en los países capitalistas
avanzados.
El neoliberalismo en el poder
En términos prácticos, ¿cuáles son las realizaciones de los
gobiernos neoliberales de la época? El modelo inglés es el más puro y
constituye a la vez una experiencia pionera. Los diferentes gobiernos dirigidos
por la señora Thatcher refrenaron la emisión de la masa monetaria, elevaro n
las tasas de interés, redujeron drásticamente losimpuestos sobre los ingresos
más altos, abolieron los controles sobre los flujos financieros (entrada y
salida de capitales), elevaron fuertemente la tasa de desempleo, aplastaron las
huelgas, pusieron en vigor una legislación a ntisindical e impusieron recortes
en los gastos sociales. Finalmente se lanzaron –con un retardo sorprendente si
se consideran las prioridades en el dogma neoliberal– a un amplio pro grama de
privatizaciones, comenzando por los alojamientos públicos y afectando después a
sectores de la industria básica, tales como el acero, la electricidad,el
petróleo y la distribución de agua. Este conjunto de medidas cons tituyó el
proyecto más sistemático y ambicioso deodost los experimentos neoliberales en
los países capitalistas avanzados. La variante norteamericana es diferente. En
Estados Unidos, donde no existe un Estado Social similar al de Europa, el
presidente Reagan y su administració n dieron
prioridad a la competencia militar
con la Unión Sov iética. Esta fue considerada como una estrategia orientada a
minar la economía soviética y, por esta vía, subvertir el régimen en vigor en
la URSS.
En el plano de la política interior es preciso revelar que
también Reagan redujo los impuestos en favor de los ricos, elevó las tasas de
interés y aplastó la única huelga importante decretada durante su mandato, la
de los controladores aéreos. Sin embargo, Reagan no respetó la disciplina
presupuestal; al contrario, se lanzó en una carre ra armamentista sin
precedentes que implicó enormes ga stos militares, provocando un déficit en las
finanzas públicas superior a todos los conocidos bajo los otros presidentes.
Además, ello significó una subvención directa e indirecta a un vasto sector
industrial. Se recurrió a una esp ecie de keynesianismo militar y este
desenfreno no fue imitado por los otros países. Sólo Estados Unidos, a causa de
s u peso en la economía mundial, puede pagarse el lujo de un déficit masivo de
la balanza de pagos inducido portal política.
En el continente europeo, los gobiernos de derecha de esa
época –frecuentemente de origen demócrata-cr istiano-pusieron en marcha el
programa neoliberal con un poco más de moderación. Insistieron más en
priorizarla disciplina monetaria y las reformas fiscales y menos en los
recortes drásticos de los gasto sociales.No buscaron deliberadamente el
enfrentamiento con los sindicatos. No obstante, la distancia entre esas
políticas y aquellas dirigidas por la socialdemocracia en el curso de los
períodos anteriores es grande.
En tanto que la mayor parte de países del norte de Europa
eligieron gobiernos de derecha que aplicaban diversas versiones del programa
neoliberal, al sur del continente –es decir, en los países donde reinaba Franco
, Salazar, De Gaulle y los coroneles griegos– llegaron por vez pr imera al
poder gobiernos de izquierda. Se habló ent onces de eurosocialismo. Esta fue la
época de François Mitterrand en Francia, Felipe González en España, MarioSoares
en Portugal, Bettino Craxi en Italia y Andreas Papandreus en Grecia. Todos se
presentaron como una alternativa progresista, frecuentemente apoyados por el
movimiento obrero y popular, y en oposición a las orientac iones reaccionarias
de los gobiernos de Reagan, Thatcher, Kohl y otros del norte de Europa. En
efecto, en un primer período, por lo menos François Mitterrand y Andreas
Papandreus se esforzaron en realizar una política de redistribución, de ´pleno
empleo‘ y de protección s ocial. Esta tentativa se inscribía en la perspectiva
de crear en el sur de Europa un modelo análogo al establecido en al postguerra
por la socialdemocracia del norte de Europa.
No obstante, el proyecto del gobierno socialista francés se
desvaneció desde finales de 1982 y fue abiertamente suspendido a partir de
marzo de 1983. Esta administración, bajo la ´presión de los mercados financiero
s internacionales‘, cambió radicalmente de curso econ ómico. Se empeñó en una
orientación muy próxima a l a ortodoxia neoliberal, con prioridades tales como
la estabilidad monetaria, el control del déficit de las finanzas públicas y las
concesiones fiscales a los detentadores de capitales. El objetivo del ´pleno
empleo‘ fu e abandonado. A finales de los 80, el nivel de desempleo en Francia
era más elevado que en la Inglaterra conservadora, lo que la señora Thatcher se
complacía en subrayar.
En España, el gobierno de Felipe González jamás buscó
realizar una política keynesiana o redistributiv a. Por el contrario, desde el
comienzo del régimen del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el
monetarismo estuvo en el puesto de comando. Muy ligado al capital financiero,
favorable a la política de privatizaciones, el gobierno del PSOE manifestó
asimismo una cierta pasividad frente al desempleo que, rápidamente, llegó al
20% de la población activa, un récord en Europa.
Del otro lado del mundo, en Australia y en Nueva Zelanda, el
mismo esquema neoliberal fue aplicado con una fuerza brutal. Los diversos
gobiernos laboralistas superaron a las fuerzas conservadoras de derecha en la
aplicación de programas neoliberales radicales. Nueva Zelanda representa
ciertamente el caso más extremo. Allí elEstado Social fue desarticulado de
manera más completa y erozf que en la Gran Bretaña de la señora Thatcher.
Alcances y límites del programa neoliberal
Estas experiencias demuestran la
hegemonía del neoliberalismo como ideología. Al comienzo, sólo los go biernos
de derecha se arriesgaron a poner en práctica las rientaciones neoliberales.
Después, diversos tiposde gobiernos, incluidos los que se autoproclamaban de
izquierda, rivalizaron con los primeros en fervor neoliberal.
El neoliberalismo había comenzado por declarar a la
socialdemocracia como su principal enemigo en los países capitalistas
avanzados, lo cual provocó una reacció n de hostilidad por parte de las fuerzas
socialdemó cratas. Por consiguiente, los gobiernos que se reclamaban
socialdemocratas eran los más resueltos en aplicar las políticas neoliberales.
Hay algunas excepciones. Al final de los años 80, en Austria y en Suecia, se
manifiesta una cierta resistencia frente a la marejada neoliberal en Europa.
No obstante, en lo esencial de los países de la OCDE, las
ideas de la Societé du Mont-Pèlerin habían riunfadot plenamente. Desde
entonces, convendría formular una pregunta: ¿Cómo se concretó efectivamente la
hegem onía neoliberal en los países industrializados en el curso de los años
80? ¿Ha mantenido el neoliberalismo sus promesas? Para responderla, tracemos un
panorama de conjunto. La prioridad más inmediata del neoliberalismo se dirigía
a contener la inflación de los años 70. En este campo tuvo éxito. La tasa de
inflación pasó en los paíse s de la OCDE de 8.8% en los años 70 a 5.2% en los
años 80. Estatendencia a disminuir se confirmó en el curso de lo s años 90. La
baja inflación, a su turno, debía crear las condici ones para recuperar las
ganancias. En este aspecto, el neoliberalismo también consiguió logros reales.
La tasa de ganancia industrial de los países de la OCDE, que durante los años
70 fue de 4.2%, aumentó a 4.7% en los 80. Tal elevación de la tasa de ganancia
fue más impresionante si la comparamos a la Europa occidental como un todo, que
disminuyó de 5.4% a 5.3%.
La razón principal de esto residió, sin duda, en la derrota
del movimiento sindical, que se tradujo en el dramático retroceso del número de
huelgas y en la congelación o reducción de los salarios. Esta nueva situación
del movimiento sindical -en la que la moderación es cad a vez más manifiesta-
fue resultado, en gran parte,de la tercera victoria obtenida por el
neoliberalismo, es decir, la elevación de la tasa de desempleo, conocida como
un mecanismo natural y necesario para el funcionamiento eficaz de toda economía
de mercado. La tasa media de desempleo en los países de la OCDE, que se situaba
en 4% durante los años 70, por lo menos se dobló durante los 80. Tal resultado
ha sido considerado como satisfactorio desde el punto de vista de los objetivos
de los neoliberales.
En fin, la inequidad en los ingresos -otro objetivo muy
importante para los neoliberales- se han profundizado. Puesto que el poder de
compra de los salarios se ha estancado o reducido, según los países, los
valores de la Bolsa vieron triplicar o cuadruplicar su cotización. Por lo que
se refiere a sus objetivos -baja de la inflación, los empleos y los salarios, y
aumento de la tasa de ganancia- podemos decir que el programa neoliberal ha
triunfado. Pero en tanto que todas esas medidas fueron concebidas como
instrumentos para alcanzar el objetivo histórico de reac tivar las economías
capitalistas desarrolladas a escala internacional y restaurar las tasas de
crecimiento estables que existían antes de la crisis de los años 70, en estos
aspectos, el fracaso es manifiesto. No cabe duda alguna al respecto. Entre los
años 70 y 80, y aún más al comienzo de los años90, no se ha producido un cambio
significativo en las tasas medias de crecimiento. En el conjunto de países de
la OCDE, la reactivación ha resultado débil y vacilante, muy alejada de los
ritmos conocidos durante la onda expansiva de los años 50 y 60.
Crisis y tregua
¿Por qué resulta esto paradójico? A pesar de todas las
nuevas condiciones institucionales puestas en vigor en favor del capital, la
tasa de acumulación, es decir, la i nversión efectiva neta en el dominio de los
bienes y equipos de producción, ha aumentado poco durante los años 80,
reduciéndose si se la compara con los niveles de los años 70; en el conjunto de
los países capitalistas avanzados, las tasas de inversión productiva han
evolucionad o anualmente en promedio así: 5.5% durante los años 60, 3.6% en los
70 y sólo 2.9% durante los 80. La curva es clar amente declinante.
De ello surge un interrogante: ¿Por
qué razones larecuperación de las tasas de ganancia no ha conduci do a una
recuperación de la inversión? De una parte, se pued e encontrar un importante
elemento de respuesta en la desregulación de los mercados financieros (libertad
de movimientos de capitales, de compra y venta de obligaciones, creación de
nuevos productos financie ros y otros). Esta desreglamentación hacía parte in
tegrante del programa neoliberal. Pero ella ha conducido a que las inversiones
financieras, llamadas especulativas, sean más rentables que las inversiones
productivas. Así, durante los años 80 hemos asistido a una verdadera explosión
de operaciones en los mercados de cambio internacionales; las transacciones
monetarias han tomado tal vuelo que se han multiplicado frente a los
intercambios comerciales basados sobre bienes reales. El aspecto rentable,
parasitario del funcionamiento capitalista, se ha acentuado fuertemente en el
curso de estos años.
Por lo demás, y esto constituye un fracaso para
elneoliberalismo, el peso financiero del Estado de Bienestar no ha disminuido
considerablemente, a pesar de todas las medidas tomadas para contener los
gastos sociales. En los países de la OCDE su participación en el producto i
nterno bruto (PIB) ha permanecido estable o incluso aumentado durante los años
80. Esta situación se explica por dos razones de fondo: el crecimiento de los
gastos sociales debidos al desempleo, que aumentan en miles de millones de
dólares los presupuestos sociales de los Es tados, y el ascenso de los
jubilados entre la población, lo que también contribuye a elevar los gastos
sociales. En el curso de los años 90, los programas de seguridad social han
sido el blanco de las nuevas medidas neoliberales.
En fin, cuando el capitalismo entró en una nueva y profunda
recesión en 1991, se pudo constatar con ci erta ironía que el endeudamiento
público de casi todos los países occidentales alcanzó niveles alarmantes, inclusi
ve en Gran Bretaña y Estados Unidos; además, el endeudamientoprivado de las
familias y las empresas alcanzó un n ivel sin precedentes desde finales de la
Segunda Guerra Mundial. Con la recesión de comienzos de los años 90, todos los
índices económicos en los países de la OCDE se han mostrado más negativos. Se
cuentan 38 millones de personas sin empleo, lo que representa casi dos veces la
población actual de toda Escandinavia.
En estas condiciones de crisis aguda, era de esperar una
fuerte reacción contra el neoliberalismo desd e comienzos de los años 90. Pero,
al contrario, aunque pueda parecer extraño, el neoliberalismo tuvo entonces un
segundo aire en su tierra natal, Europa. El ´thatcherismo‘ sobre vivió a la
señora Thatcher con la victoria de John Major en las elecciones de 1992. En
Suecia, la socialdemocracia, que resistió el asalto neoliberal de los años 80,
fue abatida por un frente unido de la derecha en 1991. Los socialistas
franceses sufrieron una derrota humillante en 1993. En Italia, Silvio
Berlusconi llegó en 1994 al poder, a la cabe za de una coalición que incluye
una fuerza neofasci sta. En Alemania, el gobierno de Kohl fue despedido y en
España José María Aznar, a la cabeza del Partido Popular, derrotó al PSOE.
América Latina,
un laboratorio
El impacto del triunfo neoliberal en Europa del Este se hizo
sentir en otras partes del globo, particularmente en América Latina. Esta es la
tercera gran región de experimentación de las políticas neoliberales. De he
cho, aún cuando en ciertos países de Europa oriental se aplicaron algunas
privatizaciones masivas después de las de los países de la OCDE, el continente
latinoamericano ha sido el epicentro de la primera experiencia neoliberal
aplicada de forma sistemática. Me refiero a Chile, bajo la ictadura del general
Pinochet, tras el golpe de Estado septembrino en 1973. Ese régimen tiene el
´mérito‘ de haber anunciado el desencadenamiento del ciclo neoliberal en la
presente fase histórica. El Chile de Pinochet aplicó su prog rama
inmediatamente, bajo las formas más duras: desregulación, desempleo masivo,
represión antisindical, redistrib ución de la riqueza en favor de los ricos,
privatiz ación del sector público... Todo lo cual comenzó justo un decenio
antes del gobierno de la señora Thatcher.
En Chile, la inspiración teórica de la experiencia del
general Pinochet fue más directamente norteamericana; Milton Friedman era
entonces una referencia más directa que el austríaco von Hayek. Es preciso
subrayar que la experiencia chilena de los años 70 interesó mucho a los
consejeros ingleses de la señora Thatcher. Por lo demás, se
tejieron excelentes relaciones entre
los dos regímenes durante los años 80. El neoliberalismo chileno, bien
entendido, presuponía la abolición de la democracia y la puesta en vigor de una
de las dictaduras mássanguinarias de la postguerra.
La democracia, como tal, cual repite sin cesar von Hayek,
nunca ha sido un valor central del neoliberalismo. La libertad y la democracia,
según explicaba, pueden fácilmente volverse inconciliables si la mayoría
democrática decide interferir los derechos incondicionales que cada agente
económico tiene de disponer como quiera de su propiedad y sus ingresos. En este
sentido, el señor Friedman y von Hayek pudieron admirar la experiencia chilena
sin sucumbir a una incoherencia de orden teórico y sin comprometer sus
principios. Ellos pudieron justificar aún más su admiración porque la economía
chilena conoció un ritmo de crecimiento relativamente rápido bajo el régimen de
Pinochet, a diferencia de las economíascapitalistas de los países avanzados
sometidos al programa neoliberal. Ese ritmo ha sido, por lo demás, perseguido
por los regímenes de la era post-Pinochet, que han aplicado, en esencia, la
misma orientación económica.
Si Chile representa una experiencia piloto para el
neoliberalismo de los países de la OCDE, América Latina también ha servido de
campo experimental de los planes que se aplicarían al Este. Aquí hago alusión a
las ´reformas‘ aprobadas en Bolivia desde 1985. Jeffrey Sach, el joven gurú
económico norteamericano, puso en vigor su tratamiento de choque en Bolivia
antes de proponerlo en Polonia y en Rusia. En Bolivia, la imposición de un plan
de ajuste estructural no necesitaba de la derrota de un movimiento obrero
pujante, como sí fue el caso de Chile. Acabar la hiperinflación era el primer
objetivo dec larado. El régimen político que aplicaba el plan deJeffrey Sach no
tomó la forma de una dictadura; se situó dentro del marco de la herencia del
partido populista que había dirigido la revolución de 1952.
Chile y Bolivia han servido, pues, de laboratorio a los
experimentos neoliberales. Pero hasta el fin de los años 80 fueron excepciones
en América Latina. El viraje hacia un neoliberalismo perfilado comenzó en
México, en 1988, con el arribo del presidente Carlos Salinas de Gortari. Y se
prolongó con la elección de Carlos Ménem en 1989 y con el comienzo, ese mismo
año, de la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez en Venezuela; finalmente,
con la elección de Alberto Fujimori a la presidencia de l Perú en 1990. Ninguno
de estos gobiernos hizo conocer a la población, antes de su elección, el
contenido de la s políticas que habrían de aplicar. Por el contrario, Ménem,
Pérez y Fujimori prometieron exactamente lo opuesto a las medidas antipopulares
que aplicaron en el curso de los años 90. En cuanto a Salinas, es de
conocimiento público que no habría sido elegido si el Partido Revolucionario
Institucional (PRI) no hubiera organizado un fraude electoral masivo.
De las cuatro experiencias, tres han conocido un éxito
inmediato sobre la hiperinflación –Méjico, Arge ntina, Perú– y una fracasó –Venezuela.
La diferencia es importan te. En efecto, las condiciones políticas necesarias
para una deflación -la desregulación brutal, el aumento del desempleo y las
privatizaciones- se han hecho posibles gracias a la existencia de ramas
ejecutivas del poder estatal que concentran un poder aplastante. Éste siempre h
a sido el caso en México, gracias al sistema de partido único delPRI. Al
contrario, Ménem y Fujimori debieron innovar, instaurando legislaciones de
urgencia, reformas constitucionales u organizando el autogolpe de Estado. Este
tipo de autoritarismo político no ha podido aplicarse en Venezuela.
Sería arriesgado concluir que en América Latina sólo los regímenes
autoritarios pueden imponer políticas neoliberales. El caso de Bolivia, donde
todos los gobiernos elegidos después de 1985 –el de Paz Zamora o el de Sánchez
de Losada– han aplicado el mismo programa, demuestra que la dictadura, como
tal, no es necesaria, aún cuando los gobiernos "democráticos" hayan
tenido que tomar medidas antipopulares de represión. La expe riencia boliviana
suministra una enseñanza: la hiperinflación, con el efecto pauperizador que
cotidianamente t rae para la gran mayoría de la población, puede servir para
hac er ´aceptables‘ las brutales medidas de la política neoliberal, preservando
formas democráticas no dictatoriales. En 1987, un economista brasileño miembro
de una institución financiera internacional y admirador de la experiencia
chilena de Pinochet, confesaba que el problema crítico del Brasil, en ese
momento presidido por Sarney, no residía en una tasa de inflación muy elevada,
como pre gonaban los
funcionarios del Banco Mundial. Por
el contrario, él sostenía que la tasa de inflación era muy reducid a y
proclamaba abiertamente: "Esperamos que los diques se rompan". ¿Por
qué? Su respuesta era simple: "EnBrasil necesitamos de una hiperinflación
para crear las co ndiciones que empujen a la población a aceptar el t
ratamiento deflacionario drástico que necesita el país." La hiperinflación
brasileña ha comenzado reuniéndose así las condiciones para iniciar un programa
neoliberal sin instrumentos dictatoriales.
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